22/03/2023
«¿Qué derechos y libertades hemos recuperado los catalanes leales?», por Elda Mata  

EL MUNDO

En el último año, ha interesado a los responsables de los gobiernos nacional y autonómico escenificar que la situación en Cataluña ha vuelto a la “normalidad”, que no hay razón para considerar que en esta comunidad autónoma de España no impera el Estado democrático de derecho y que en torno a una parodia llamada mesa de diálogo se ha trabajado en favor de los derechos de todos. Nada más lejos de la realidad; sólo ha sido la tapadera de nuevas cesiones que se suman a la ya larga historia de debilitamiento del Estado en Cataluña y de abandono de los catalanes leales al orden constitucional.

Entre estos ciudadanos se encuentran los socios de Societat Civil Catalana, hombres y mujeres comprometidos con la igualdad, la libertad y la convivencia señalados públicamente como “fascistas” con motivo de la celebración de la asamblea anual de la entidad que me honro en presidir. Ese es el respeto y la libertad de expresión que existe en Cataluña. Las pintadas amenazantes con que los radicales intentaron coartar nuestro derecho a la reunión el pasado sábado en Barcelona demuestran que sigue siendo necesaria una voz firme de los ciudadanos en favor de los derechos y libertades de todos.

No podemos dejarnos engañar por los que continúan pregonando que el “problema catalán” está solucionado. Una estrategia magistralmente implementada que oculta en la sombra las maquinaciones que resultan en la peor versión de Cataluña: la decadente, la insolidaria.

Negamos que se trate, únicamente, de un problema catalán. No nos podemos ceñir al estrecho ámbito regional de Cataluña eludiendo que se trata de una parte de España. La soberanía nacional reside en cada uno de los españoles, de todos en conjunto. La perversa ideología nacionalista -supremacista, excluyente y populista- es contagiosa. Contentar al gobierno desleal de la Generalitat requiere decisiones que difícilmente se entiende puedan beneficiar a toda España.

Después de la Segunda Guerra Mundial creímos que Europa había encontrado la vacuna para impedir que volviera a repetirse un desastre de tal magnitud.  La guerra en Ucrania demuestra cruelmente que la pulsión nacionalista no desaparece. El antídoto es la unión de los que creemos en la libertad y la igualdad de todos los hombres y mujeres.

Negamos que, como algunos proclaman, el proceso separatista esté terminado. No lo estará mientras no exista una voluntad clara y firme de consenso entre los partidos con responsabilidad de gobierno de nuestro país. Excepto, claro está, que se considere solución privar a “los otros”, -els que no són dels nostres- de los derechos humanos recogidos como fundamentales en nuestra Constitución.

El proceso separatista no ha terminado cuando quien debiera ser el presidente de todos los catalanes pretende que 2023 sea el año para pactar en Cataluña un acuerdo de referéndum.

No ha terminado cuando dos mil médicos abjuran de su juramento hipocrático valorando la lengua catalana como sujeto de derecho y despreciando a sus pacientes cuando son más vulnerables.

No ha terminado cuando las entidades civiles tenemos que personarnos en el Tribunal de Cuentas y en los tribunales ordinarios para que se cumplan las sentencias judiciales.

No ha terminado cuando cada vez tenemos más evidencias de la injerencia rusa en Cataluña y de su estrecha conexión con los partidos nacionalistas.

No ha terminado cuando la obligada neutralidad de las administraciones públicas en Cataluña es inexistente y una herramienta más de coacción y manipulación.

No ha terminado cuando tantas familias como la de Canet siguen siendo unos parias porque viven en un entorno donde luchar por el derecho de su hija a estudiar en español merece ostracismo y exclusión.

No ha terminado cuando en una de tantas escuelas al servicio de la ideología deshumanizante y xenófoba se producen condiciones de presión y acoso que se hacen insoportables para unas niñas que sufren burlas también por razón de lengua.

Una sociedad que no se rebela contra el sufrimiento, la muerte civil y la falta de libertad de sus vecinos, amigos o familiares es una sociedad enferma. Enferma de miedo, de egoísmo, de estupidez y de desmemoria. ¿Es que todavía hay quien cree que lo que le pasa a los demás no le puede pasar a cada uno de nosotros? ¿No hemos aprendido nada de los peores episodios de la historia en los que el señalamiento, la delación, la exclusión del condenado por el régimen por no ser de los “suyos” condujeron al máximo sufrimiento?

Societat Civil Catalana está comprometida con los derechos y las libertades de todos los ciudadanos y no dejaremos de visibilizar y denunciar tantas situaciones de aberrante injusticia que el régimen nacionalista intenta normalizar o silenciar.

Nuestro compromiso nos obliga a crear un clima de opinión que lleve a que la mayoría social real de Cataluña, la que también se siente orgullosa de ser española, coincida con la mayoría parlamentaria. Podemos y debemos poner fin al régimen que padecemos desde hace décadas para revertir la situación en Cataluña y los procesos electorales de este año nos brindarán ocasiones para debilitar al entramado nacionalista.

Las elecciones municipales serán la primera oportunidad. En el caso de Barcelona, por ejemplo, conviene recordar que Xavier Trias es un candidato del nacionalismo, del mismo partido del prófugo Puigdemont y de la corrupción. Societat Civil Catalana no contribuirá a blanquearlo. 

Ayudaremos al constitucionalismo a sumar fuerzas, pero a los dirigentes políticos vamos a recordarles que lo primero es el ciudadano y, después, su partido; un partido al servicio del ciudadano y no al revés. Sabemos que su objetivo es conseguir gobernar y, una vez logrado, perpetuarse en el gobierno. El objetivo de Societat Civil Catalana es que no gobierne el nacionalismo para recuperar, de una vez, nuestros derechos y libertades. De ahí, no nos movemos.

Elda Mata Miró-Sans

Presidenta de Societat Civil Catalana

EL MUNDO: «¿Qué derechos y libertades hemos recuperado los catalanes leales?»

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