Han pasado siete años, aunque cualquiera diría que hace un mundo. Junts per Catalunya ni siquiera existía, Puigdemont paseaba libre por España y Ciudadanos comandaba la oposición en Cataluña ganando elecciones. Pedro Sánchez aún no había alcanzado el Gobierno nacional y en el PP aún estaba al frente Mariano Rajoy con Soraya Sáenz de Santamaría. Aquel 27 de octubre de 2017 pasó a la historia por ser el día en el que el Parlament de Cataluña aprobó la Declaración Unilateral de Independencia, el momento más álgido vivido por el independentismo catalán en la era contemporánea.
En realidad, muchos ya ni recuerdan que aquella declaración se realizó sin la oposición dentro del Parlament; hay que hacer un esfuerzo para rememorar cuál fue la concatenación de hechos que se produjeron y su orden. Sin embargo, todo el mundo recuerda dos imágenes, ambas con una misma protagonista: aquella señora que levantó los puños en alto embriagada por la victoria independentista y apenas un segundo después cambió el rostro y su expresión, con las manos cerca de la cara, por la decepción.
Siete años después de aquello, el independentismo vive un periodo de «desactivación» del que son conscientes en Junts. En la ponencia aprobada este sábado por el 86,6% de sus bases, la formación reconoce que en el espacio independentista ha surgido en los últimos años «una sensación de orfandad» y una «precariedad ideológica que pone en evidencia la debilidad estructural que resulta de desvincular el movimiento independentista de las formaciones políticas».
En este sentido, Lluís Orriols, profesor de la Universidad Carlos III, apunta que «el movimiento social entra en momento de latencia y descoordinación de las élites» después de que no se haya llegado a nada. «Son dos cuestiones: todo movimiento social tiene fases explosivas y de latencia, no es algo infinito; y el otro es el fracaso, al que cuando se llega, las élites se fracturan».
A pesar de todo, hay quien entiende que el independentismo aún tiene mucho poder en España. «Esos siete votos…», señala Elda Mata, presidenta de Sociedad Civil Catalana, a través del teléfono en conversación con EL ESPAÑOL. Se refiere a los que necesita Pedro Sánchez para mantenerse en el Ejecutivo español. Sin embargo, en la Generalitat, Salvador Illa gobierna y trata de normalizar las relaciones con asociaciones como la suya.
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Redactor: Domingo Díaz
Ilustración: Guillermo Serrano