03/04/2022
Elda Mata: «Luchamos para que no haya catalanes de primera y de segunda»

LA VANGUARDIA

Elda Mata (Barcelona, 1953) ha sido elegida presidenta de Societat Civil Catalana (SCC), entidad constitucionalista que nació en el 2014 para hacer frente al nacionalismo catalán y que organizó en octubre del 2017 una gran manifestación por la unidad de España, días después de la declaración unilateral de independencia. Desde entonces, SCC ha pasado momentos “complicadísimos”, que, según afirma Mata, se han superado gracias a la buena gestión económica del presidente saliente, Fernando Sánchez Costa, quien deja un legado de “ilusión” en el proyecto. Ha sido una transición tranquila.

En su plan estratégico destaca la voluntad de que SCC tenga mayor presencia en la Catalunya interior. Usted ha sido la presidenta de la entidad en Girona, donde ha trabajado muchos años como empresaria en el sector turístico, ¿qué puede aportar desde esa experiencia?

Yo nací en Barcelona, pero me fui a vivir a Girona hace 40 años. Y ya entonces me llamaron la atención por hablar en castellano en la calle o se les preguntaba a mis hijos qué lengua hablaban en casa. Muchas cosas que interpretamos como parte del procés vienen de una deriva iniciada muchos años antes. En mi casa hicieron pintadas por tener la bandera española, además de la catalana. Allí se adelantaban cosas que luego acababan pasando en Barcelona.

Entre sus objetivos declarados está “lograr una Generalitat leal y constitucional”, ¿cómo pretende conseguirlo?

Más allá de los tres millones de habitantes del área metropolitana de Barcelona, hay otros cuatro millones de catalanes viviendo en otras zonas, y es allí donde se pierden las elecciones. Y uno de los objetivos es visibilizar y dar voz a esos catalanes. No por capricho, sino para que se ilusionen y se impliquen, porque revertir la situación es posible.

Habla de visibilizar y dar voz, ¿no están suficientemente representados democráticamente todos los ciudadanos en función de su voto?

Hay una parte de la población, un 15% históricamente, que es independentista de corazón, pero después de unos años y un programa ejecutado desde una ideología perversa como el nacionalismo, que excluye, ha calado en la mayor parte de la población que el que no es como yo es un enemigo al que se deshumaniza. Se ejerce presión. Cuando veo una estelada en una casa, a mí no se me ocurre ir y arrancarla, pero en cambio en la posición contraria no es así. ¿Por qué representa un riesgo poner la bandera española? No debería.

¿Cree que existe temor entre algunos ciudadanos a expresar sus propias opiniones?

Muchas personas han tenido miedo, sí. Sé que es difícil entender desde Barcelona que uno puede tener miedo a hablar en un idioma u otro o significarse de manera contraria a los postulados del gobierno nacionalista de la Generalitat, que ha permeado en todas las instituciones políticas y civiles. Es su manera de dominar. Pero es un dominio a través del miedo. El nacionalismo es excluyente. No une, y acaba en decadencia, porque solo confía en una parte del talento y de las posibilidades de la ciudadanía.

Pero usted ha llegado a hablar de muerte civil…

Muerte civil porque yo vivo en una parte de Girona muy turística y teóricamente muy abierta, pero donde perseguir por la calle a la madre de una persona por ser edil de un determinado partido es normal. Donde muchos no dicen lo que piensan por miedo a perder el trabajo o no quieren salir en una foto porque aunque ellos estén jubilados pueden señalar a sus hijos. Amigos míos han sufrido acoso.

¿Acoso?

Un superior le dijo a un amigo que trabaja en una empresa pública que por qué hablaba en castellano con un familiar y que si lo pescaba en según qué manifestación lo iba a cargar de guardias. He visto depresiones. Pero al final tienes que alimentar a tus hijos. Hay mossos que me han dicho que han querido servir a Catalunya y están sirviendo a los intereses partidistas de quien gobierna en Catalunya. Eso es muerte civil y da miedo, es lógico.

¿Qué cree que se puede hacer?

Podemos dar voz, empoderar, cuantos más seamos, menos miedo tendremos.

¿No le parece que después de la máxima tensión de octubre del 2017 se ha ido recuperando paulatinamente la calma?

Eso también pasa ahora. El procés no ha muerto, hace cuarenta años que funciona. Lo que llamamos procés es una parte, es una etapa. Seguimos igual. Sí que me estoy encontrando, paradójicamente, que algunas personas me dicen que la situación ya no es tan efervescente… Pero mi sensación es que es como si tuviéramos una herida que hubiéramos suturado por encima pero la infección está dentro. No ha cambiado nada. Hay una estrategia de apaciguamiento que busca aparentar que no hay ningún problema en Catalunya, pero claro que lo hay: ¿qué hemos solucionado? Desde Escuela de Todos hemos tenido que poner una demanda para que se cumpliera la sentencia del 25% de castellano. El Estado no lo ha hecho. Nos vemos obligados a hacer lo mismo que hacíamos antes. La Generalitat es la primera que está en la manifestación diciendo que no va a cumplir.

La cuestión lingüística es un tema espinoso…

Lo será siempre y cuando se considere la lengua una bandera identitaria para montar un tinglado nacionalista detrás. Pero las lenguas son comunicación. Nadie quiere agredir a una lengua en lugar de otra. Esta ideología excluyente no aporta nada, es absolutamente decadente. Seamos inclusivos. No hay un debate por la lengua: hay una posición identitaria del gobierno de Catalunya que de ninguna manera quiere dejar de tener una bandera como es la lengua para poder decir: “Tú, que no hablas lo que yo quiero que hables, tú estas fuera, tú no tienes derechos, porque yo me preocupo por que mis hijos, que hablan catalán en casa, sigan educándose en su lengua materna, y a ti te digo: ‘Sí, tu lengua también es materna, pero tú eres de segunda, tú no eres un catalán pata negra’”. Y se lo digo yo que me llamo Mata y Miró-Sans, pero no se me ocurre renunciar a lo mejor de Catalunya, no se me ocurre hacer un pequeño reino de Taifa en el que sobre nadie.

Pero desde un punto de vista sociolingüístico, ¿no requiere el catalán, como lengua minoritaria, mayor protección que el castellano?

No creo que no se esté defendiendo el catalán. Cuando una sentencia te dice 25% en catalán y 25% en castellano como mínimo, nadie te impide que des el 75% en catalán si ese es el ideario de tu colegio. Yo estoy contenta con la sentencia del 25%, porque no se va a perder el catalán, porque el 25% tiene que ser en catalán, porque es lengua oficial y así lo votamos en el 78. Pero también lo es el español, no excluyamos. Hay una cosa perversa, que es poner los intereses políticos por delante de los ciudadanos. ¿No nos interesa tener a los mejores estudiantes, una población lo más culta posible y lo mejor preparada para tener más oportunidades de futuro, para que se enriquezcan ellos y sus familias? Proteger un idioma por encima del interés común del ciudadano es perder el norte. Un idioma es para comunicar.

Además de las demandas lingüísticas, que siguen siendo el principal caballo de batalla de SCC, ¿qué otras reivindicaciones plantean?

Que se cumpla la ley. A pesar de que teóricamente estamos viviendo en un Estado de derecho, en Catalunya no se cumple la ley. Eso crea una inseguridad jurídica que no favorece la cohesión social ni el progreso económico. Se van las empresas. Y si se van los centros de poder, el talento también se va. Se decide en otros sitios. Personas que en su momento decían que “bueno, quizás, esto no es tan grave, ya veremos”, ahora se acercan a nosotros y nos dicen: “Pie en pared, ¿cómo os podemos ayudar?”, porque la deriva económica es tan bestia que si ya tenemos un problema global por la pandemia, la guerra de Ucrania…, en Catalunya además empezamos desde más abajo que los demás.

¿Qué proponen para revertir esa situación?

Lo que nos incumbe es que cuando venga el presidente de Volkswagen para preguntar qué se puede hacer aquí, no se le reciba. ¿Qué quiere decir esto? Es una falta de respeto, pero además es una falta de criterio. Estos desplantes son muy de parte, muy identitarios, pensados para una pequeña parte de la población catalana. Pero redundan en que cinco, seis, siete mil puestos de trabajo desaparecen. Y eso es una injusticia social y empobrece a Catalunya. Hacen falta inversiones. Está muy bien creerse que somos el centro del mundo y el ombligo del universo, pero la realidad es que no lo somos. Hay un montón de lugares en España y en el mundo que pueden competir.

¿Y qué acciones tienen previsto emprender?

Igual que la lengua es un problema de derechos, el ciudadano también tiene derecho a proteger y fiscalizar lo que se hace con su dinero. Y eso nos ha llevado a poner una demanda en el Tribunal de Cuentas por malversación por los gastos del 1-O y acción exterior del Govern. Es fundamental que se cumpla la ley. Estamos en un Estado de derecho, estamos orgullosos de estar en una democracia avanzada. Si queremos vivir en paz, debemos tener un marco legal. Y eso son las instituciones.  Hay poblaciones d Catalunya donde las propias instituciones no respetan el marco jurídico: si solo pongo mi bandera y solo lo que a mí me interesa, en ese momento se está ninguneando a una parte importante de la población.

¿Es una cuestión meramente de símbolos?

Hay una espiral de silencio. Desde SCC apelo al ciudadano de Catalunya a que alce la voz en la medida de lo posible, y el que no pueda que se acerque a SCC, porque haremos lo posible por representarle en todos esos casos en los que no puede hablar. No tengo ninguna duda de que así mejoraremos Catalunya, porque seremos todos y no solamente una parte. A medida que vayamos hacia una sociedad catalana en la que haya menos motivos para estar todavía atemorizada, más gente se unirá a nuestro proyecto, que lucha para que se cumpla la ley y que los derechos sean iguales para los ciudadanos catalanes, no de primera y de segunda. La parte que está contenta, si viera la manipulación a la que ha sido sometida para seguir manteniendo un sistema clientelar, con unos medios públicos de parte, se estaría cuestionando si la Catalunya que tiene es la que desea y la que más oportunidades le ofrece.

SCC pretende ser un movimiento transversal entre los partidos de lo que se conoce como el arco constitucionalista, en el que incluyen desde el PSC hasta Vox, ¿no es mucho abarcar?

SCC es cien por cien civil. Yo no tengo mochila política. No he participado ni he estado afiliada a ningún partido político. Es un punto característico de SCC que debe reforzarse en el futuro. Es la entidad referente del constitucionalismo en Catalunya. Y esa interlocución fluida va a continuar y espero que se incremente, pero no entraré a decir lo que hacen o dejan de hacer determinados partidos. La disposición es la mejor con aquellas personas que buscan lo mejor para Catalunya desde el constitucionalismo. Yo creo profundamente en las relaciones personales. Tiene que haber un punto de confianza, credibilidad y lealtad. Sobre esos ejes se puede tener interlocución con personas en el espectro político y en el civil.

¿También ve a la ultraderecha dentro del constitucionalismo?

No entro a calificar a ningún partido de izquierda o derecha o de extremo… Son constitucionalistas y tendremos la interlocución que creamos oportuna…

Pero Vox impugna el Estado de las autonomías, entre otras cosas…

En el marco legal que nos dimos en el 78 se pueden hacer múltiples propuestas e impugnaciones, pero siempre respetando y cumpliendo con la legalidad.

¿Cómo le gustaría que fuera la relación de SCC con los partidos políticos?

Yo pediría una interlocución real, leal y con una intencionalidad de escucha importante a los partidos constitucionalistas. Pediré una entrevista con el presidente de la Generalitat y también con el del Gobierno de España, para explicarles la situación desde la sociedad civil y no solo desde Barcelona sino desde el territorio. Muchas veces pasamos de largo de situaciones porque no las hemos sabido explicar. Nuestro primer cometido es comunicar mejor para que se nos tenga en cuenta. No pongo en duda la intencionalidad de los gobiernos de España en cuanto a querer que Catalunya se integre dentro del Estado de derecho, pero hasta ahora lo que hemos logrado es que se den concesiones a cambio de nada. No somos ni moneda de cambio, somos invisibles. La mayor parte de los catalanes estamos dejados de la mano de Dios, huérfanos.

En SCC se proponen ser una especie de Òmnium Cultural del constitucionalismo, ¿está eso realmente a su alcance?

Òmnium Cultural está bien vista por la Generalitat nacionalista de Catalunya y, por tanto, tiene cerca de 200.000 socios. Van a favor del viento. Nosotros tenemos muchísimos más problemas porque, entre otras cosas, está el problema la visibilización de los que piensan diferente: “Sobre todo que no se sepa”, te dicen. Eso es jugar contra corriente, contra los elementos. Me gustaría que SCC fuera tan fuerte como Òmnium. El día que eso pase será porque realmente en Catalunya nos podemos dedicar a temas culturales, igual que lo podría hacer Òmnium, y no a los políticos. Cuando eso acabe pasando querrá decir que se ha revertido la situación política en Catalunya y que la libertad ha vuelto.

LA VANGUARDIA. Entrevista: Julio Hurtado. Fotografía: Roberto Lomba.

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